En realidad no hay escritos o documentos que demuestren el verdadero origen del rebozo y menos aún se sabe si ésta es una prenda de origen prehispánico, colonial o si aparece a partir de la fusión de culturas. Según las investigaciones realizadas por Ruth D. Lechuga, ningún cronista del siglo XVI describe el rebozo en su forma actual a excepción de Fray Diego Durán en 1572 y en 1625, Tomás Gage al hablar del vestido utilizado por negras y mulatas dice: “…se encuentran otras en la calle, que en lugar de mantillas se sirven de una rica faja de seda, de la cual se echan parte al hombro izquierdo y parte sostienen con la mano derecha…” Hacia fines del siglo XIX, el rebozo se había establecido como prenda indispensable y arte tradicional de México.
Guillermo Campos menciona que a partir de algunos códices como el Mendocino y el Florentino, así como de la Matrícula de Tributos y de algunas esculturas en piedra y cerámica, se sabe que en Mesoamérica existía una prenda tejida en telar de cintura con forma de bandas alargadas, o sea una especie de rebozo.
Los predecesores prehispánicos del rebozo son la manta y el ayate, que servían a las mujeres indígenas para cargar a sus bebés, llevar bultos pesados, tapar la cabeza y/o los hombros. En cuanto a las mujeres españolas de aquella época, se les conoce una prenda similar, aunque no del todo en su forma, a la que hacían llamar mantilla y es probable también que el rebozo se haya desarrollado a partir de aquí. Una última teoría menciona que pudo haber sido una prenda procedente de la India, introducida a la Nueva España por medio del Galeón de Manila en el siglo XVII.
Esperando al padrecito Mariana Yampolsky |
No hay comentarios:
Publicar un comentario