viernes, 7 de octubre de 2011

El Rebozo

En realidad no hay escritos o documentos que demuestren el verdadero origen del rebozo y menos aún se sabe si ésta es una prenda de origen prehispánico, colonial o si aparece a partir de la fusión de culturas. Según las investigaciones realizadas por Ruth D. Lechuga, ningún cronista del siglo XVI describe el rebozo en su forma actual a excepción de Fray Diego Durán en 1572 y en 1625, Tomás Gage al hablar del vestido utilizado por negras y mulatas dice: “…se encuentran otras en la calle, que en lugar de mantillas se sirven de una rica faja de seda, de la cual se echan parte al hombro izquierdo y parte sostienen con la mano derecha…”  Hacia fines del siglo XIX, el rebozo se había establecido como prenda indispensable y arte tradicional de México.

Guillermo Campos menciona que a partir de algunos códices como el Mendocino y el Florentino, así como de la Matrícula de Tributos y de algunas esculturas en piedra y cerámica, se sabe que en Mesoamérica existía una prenda tejida en telar de cintura con forma de bandas alargadas, o sea una especie de rebozo.

Los predecesores prehispánicos del rebozo son la manta y el ayate, que servían a las mujeres indígenas para cargar a sus bebés, llevar bultos pesados, tapar la cabeza y/o los hombros. En cuanto a las mujeres españolas de aquella época, se les conoce una prenda similar, aunque no del todo en su forma, a la que hacían llamar mantilla y es probable también que el rebozo se haya desarrollado a partir de aquí. Una última teoría menciona que pudo haber sido una prenda procedente de la India, introducida a la Nueva España por medio del Galeón de Manila en el siglo XVII. 

De una u otra forma sabemos que fue con la llegada de los españoles que hubo algunos cambios en las vestimentas tradicionales, antes de este acontecimiento, aquí en México se utilizaban sólo fibras vegetales como el algodón y el ixtle entre otras para confeccionar y con la conquista, se introdujeron la seda y la lana, además de la rueca y el telar de pedal que a diferencia del telar de cintura, lograba mantas más anchas.


 Esperando al padrecito
Mariana Yampolsky

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